El presidente de Médicos del Mundo, Pepe Fernández, analiza en este artículo la situación derivada del Derecho a la Salud en 2022 tanto en España como en el resto del mundo
El presidente de Médicos del Mundo, Pepe Fernández/Foto Álvaro Sancha/Médicos del Mundo
por Pepe Fernández, presidente de Médicos del Mundo
El año 2022, desde la perspectiva de la evolución del derecho a la salud, será valorado como el momento en que, por el estrés al que han sido sometidos sistemas de salud ante la pandemia del COVID-19, la precariedad y fragilidad tanto de los avances logrados en ciertos indicadores de salud en el plan internacional como de la capacidad real de respuesta médico-social de los Estados, así como la fragilidad del Norte, ante situaciones de alta exigencia.
No quiere decir que la pandemia haya generado un daño estructural en los sistemas de salud, pero ha sido definitivo para destapar las debilidades y debilidades existentes.
En España
En nuestro contexto, por ejemplo, la desvalorización del nivel primario de atención a la salud ha sido progresiva durante las dos últimas decasas, hasta llegar a provocare un quebranto organizativo que, a estas alturas, podemos calificar como estructural, grave y cronificado.
Y precisamente sobre este quebranto y desvalorización de la Atención Primaria se asientan la mayor parte de las dificultades de accesibilidad y de eficacia del sistema sanitario en España.
No entraremos a valorar las causas que, entre tanta confusión, cuesta identificar, ya que lo que más nos preocupan son las consecuencias y, en especial, el incremento insoportable de barreras para el acceso a servicios básicos para quienes no tenemos otra alternativa que los sistemas públicos de salud.
Con todo, lo peor es que quienes tienen obligaciones sobre lo que está ocurriendo persisten en comportamientos que, en unos casos, son de explícita beligerancia contra el system public y, en otros, de falta de determinación para «quitarse la venda» y afrontar los cambios estructurales que la situacion demanda.
En los paises del Sur
En los países del Sur la situación es mucho más grave, porque a la mayor fragilidad de los sistemas de salud, se une la falta de financiación para hacer frente a las crisis humanitarias que solan a la población de muchos lugares del planeta.
La desigualdad Norte-Sur, la injusticia del empobrecimiento y la degradación de los estados del Sur sí que depende de las políticas internacionales y de las estrategias de desarrollo, pero han de seríbles.
A ello hay que sumar las gravísimas consequencias para la salud derivada del cambio climático, de su impacto en los movimientos zososos poblacion (migraciones por la supervivencia) y en la progresiva crisis alimentaria y nutricional que afecta grandes regiones del mundo, especialmente grave en todo el Sahel.
La guerra de Ucrania
Y no es que la guerra en Ucrania y sus consecuencias sean menores. Son demoledoras para la población ukraniana y lo son también como agresión contra el Derecho Internacional Humanitario -que prohíbe expresamente los ataques a personas e infraestructuras sanitarias- y la seguridad de los pueblos.
Pero la situación en Ucrania no justifica la falta de atención y la relativa reducción del esfuerzo para satisfacer las necesidades de salud -concretadas en los compromisos de la Agenda 2030- en otras áreas geográficas en las que se están viviendo situaciones incompatibles con la dignidad, con la salud y con la vida.
La hambruna en el Sahel, la situación de la población en el refugio saharaui o en los territorios ocupados de Palestina, la nueva epidemia de cólera en Haití o la cronicidad de la situación en Siria, son ejemplos en los que el «brecha» entre visión y execución de la ayuda demuresan una injustificable falta de equidad en el esfuerzo.
2023 para Médicos del Mundo
En consecuencia, las buenas noticias en 2023 deberían venir, por un lado, de la mano de la consigna de las «lecciones aprendidas» a partir del impacto de la pandemia, de modo que pudiéramos dar testigos de avances significados en el fuerzo de los sistemas públicos de salud, en el Norte y en el Sur, como única expectativa para que expresiones como universalidad, accesibilidad y equidad aquieran dimensión de realidad.
Y, por otro lado, 2023 tendrá que ser un tiempo para la resolución de conflictos de la mano del Derecho Internacional -a la par que se garantice la seguridad de la población civil-, así como para que, a través de la Aida Oficial al Desarrollo, se ofrece una respuesta efectiva y, sobre todo, equitativa a las graves crisis humanas que amenazan la supervivencia de cientos de millones de personas en áreas muy concretas del planeta.
